Era un año nuevo y mi médico me había dicho que necesitaba hacer algo de ejercicio. Era mi primer día en el gimnasio y me sentía cohibida. Entré y allí estaba ella. Nunca me había imaginado lo que había debajo de esas prendas médicas profesionales holgadas. Fue su personalidad de mando y sus ojos penetrantes lo que ordenó mi obediencia. Me memorizaron con su intensidad. Encontró un entrenamiento completo en el estante. Debo haber estado mirando por algún tiempo. El primer pensamiento que me llevó por mal camino fue preguntarme si un día dedicado a acariciar una canica alrededor de las líneas de definición de su cuerpo con mi nariz contaría como ejercicio. Ni siquiera estaba haciendo ejercicio y ya estaba sudando. Su definición cincelada había llevado a mi mente a verla allí como si no tuviera nada de ropa. No podía apartar la mirada. Ella era una vista magnífica. Pasé algún tiempo mirando esa forma sólida, ese trasero. Me había dejado llevar. Ella estaba caminando hacia mí ahora. Sus movimientos eran suaves y fluidos. Sus ojos agotaron mi capacidad para moverme. Hablar. Sé que ella había hablado ... estaba perdido. Fueron sus ojos los que ahora me poseyeron. Me había olvidado de mí mismo. Me abandoné preparándome para ser devorado